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Turismo: lo que va de 1990/1991 a 2001/2002

Como se esperaba, y como desde algunos foros se había anticipado, la incertidumbre en los mercados turísticos, motivada por la inhibición viajera de personas afectadas por el miedo a volar después de los atentados acaecidos el 11-S en Estados Unidos y agravada por el resto de siniestros aéreos habidos desde entonces, ha planeado sobre la edición de este año de World Travel Market, uno de los tres eventos de obligada referencia en la actividad turística europea y española, junto con ITB de Berlín y FITUR, la Feria Internacional de Turismo de Madrid.

La incertidumbre y la inquietud entre los profesionales de los mayoristas de viajes organizados británicos es comparable a la de los representantes del sector de alojamiento de aquí de las islas, a diferencia de la tranquilidad con que la situación es descrita desde algunas esferas oficiales de la administración autonómica. Hay demasiadas incógnitas sin despejar en la situación internacional, a pesar de la evolución en Afganistán, como para pensar que las aguas del turismo volverán a su cauce de manera inmediata o cercana. Ojalá que así pudiera ser, pero el deseo no debería entorpecer la visión realista en el análisis de la coyuntura.

El archipiélago balear está en buenas condiciones para beneficiarse indirectamente una vez más, y van muchas ya, de los determinantes del entorno que desmoronan el atractivo que tienen en situaciones de normalidad los destinos competidores del Mediterráneo oriental y meridional, en los que también están presentes empresas hoteleras baleares. Pudiera darse de nuevo una coyuntura casi cíclica de recepción «prestada» de turistas desviados desde los propios mercados emisores hacia nuestras islas. Curiosa paradoja, ésta de los turistas prestados, que no escapa a los dirigentes de los turoperadores alemanes, que en más de una ocasión así lo han hecho notar ante quienes aquí confunden conceptos y consideran antónimos el de calidad y el de cantidad, cuando no es así como tantas veces se demuestra.

De nuevo, con motivo del evento ferial turístico de Londres, el conseller de Turismo de las Islas ha vuelto a poner de manifiesto su ya otras veces evidenciado desprecio a los consumidores de una oferta y de un modelo turístico que, guste o no, y con agobios entre la población local, parece ser el único posible y sobre el que se sustenta la mayor parte del PIB insular, del empleo y de la vida social insular.

La coyuntura actual planteada en el contexto de World Travel Market 2001 trae a mi memoria la existente algo más de diez años atrás. Cuando oigo hablar de posibles guerras de precios, de folletos reeditados y actualizados, de parálisis en las reservas en un mercado emisor tan clave como es el británico, no puedo evitar rememorar lo que pasó a finales de 1990, y culminó en marzo de 1991, con la quiebra del entonces aparentemente todopoderoso grupo liderado por Harry Goodman: Intasun Leisure Group. Un emprendedor que poco antes había sido distinguido con una placa de agradecimiento por el entonces presidente del gobierno balear.

Los profesionales más jóvenes del sector, y tal vez con ellos los menos jóvenes desmemoriados, posiblemente no conozcan las consecuencias de la caída de ILG. Claro que los empresarios de Baleares resultaron menos dañados que los de Canarias o los de la Costa del Sol. A modo de evocación ilustrativa, aquella situación de marzo de 1991 se había producido como culminación de un deterioro entre la oferta y la demanda. Había dos factores fundamentalmente en el mercado emisor: crisis económica en el Reino Unido y crisis viajera por la guerra del Golfo. Y en la oferta había exceso de oferta y oferta de calidad degradada, que provocaba un alud de quejas por parte de turistas que visitaban las islas.

Recuerdo que el entonces conseller de Turismo, tan estrechamente ligado al actual ya que le tuvo en su equipo de gobierno, mantenía en otoño de 1990 un duro lenguaje contra los TTOO, a los que acusaba de «hundir los precios», según consta en mi archivo hemerográfico. También pretendía que el sector hotelero prescindiese de los TTOO y comercializase directamente, para lo que pretendía destinar 100 millones de pesetas, propósito e inversión que no recuerdo si llegó a materializar, pero que a la vista está que no cambió las cosas.

El también empresario insular del sector de alojamiento y entonces comisario europeo Abel Matutes sentenció en esas mismas fechas que «durante años no se podrá prescindir de los TTOO». Una afirmación, la del empresario ibicenco, que sigue siendo válida a pesar del auge del turismo residencial y de los vuelos seat only.

¿Hundían los precios, a finales de 1990 y principios de 1991, los turoperadores británicos para fastidiar o para aprovecharse de los hoteleros de Baleares... o porque la dinámica del mercado no les dejaba otra salida? La respuesta quedó muy clara pocos meses después, en marzo de 1991, con la mencionada desaparición de ILG. De la guerra de precios entre mayoristas de paquetes organizados no hubo vencedores, sólo vencidos, excepto un hábil empresario mallorquín que no sólo reaccionó para salvar su receptivo sino que además supo sacar partido de aquella coyuntura. Hace algo más de diez años, las leyes de la competencia impusieron su ley y, como en la evolución de las especies, sólo sobrevivieron quienes pudieron resistir la guerra y las heridas de la guerra.

Pau Morata es director del Instituto para el Conocimiento del Turismo (Iconotur).

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